Invito a la reflexión sobre un término lingüístico comúnmente empleado en el mundo del deporte. Es habitual leer o escuchar a los entrenadores, deportistas y comentaristas deportivos, utilizar el término “agresividad” para expresar en un equipo o un jugador individual, un déficit de intensidad en su juego, fundamentalmente en defensa (aunque también se suele utilizar la expresión “agresividad ofensiva”). Frases empleadas como por ejemplo: “falta agresividad” o “hay que ser más agresivos”.

El comportamiento agresivo viene precedido por una serie de factores que provocan el desarrollo de dicho comportamiento en determinados contextos (familia, escuela, comunidad, deporte…)

Si consultamos el Diccionario de la Real Academia Española, obtenemos las siguientes definiciones: “Agresividad: tendencia a actuar o responder violentamente”. “Agresivo”: 1. Que tiende a la violencia. 2. Propenso a faltar al respeto, a ofender o a provocar a los demás. 3. Que implica provocación o ataque.

Es decir, agresividad es sinónimo de violencia, o cuanto menos de mala educación. A mi juicio, incitar a la agresividad a un jugador es incitar a la violencia, a lesionar al contrario si es preciso. Evidentemente, no son estos valores los que se deben transmitir a los deportistas ni a los aficionados, sobre todo a los más jóvenes.

Entiendo que cuando se habla de falta de agresividad, realmente es una falta de intensidad, un déficit de movilidad, velocidad y energía, o una falta de concentración. Cuando un jugador es desbordado repetidamente, llega tarde a la posición defensiva o cede reiteradamente la posición en una contra, lo más probable es que le falte preparación física, que supone falta de oxígeno, ralentización de la mente y lentitud de piernas, o falten fundamentos técnicos, o incluso puede ser una falta de concentración en el juego.

Por todo ello, sugiero que se revise la invitación a la “agresividad” para desvincular completamente el deporte de la violencia, y se sustituya por otros términos más adecuados, como por ejemplo intensidad, velocidad, fuerza, energía o concentración, y, ¿por qué no?, PASIÓN.

No obstante, la intensidad podemos categorizarla como una optimización de recursos, tanto físicos como emocionales. Estos recursos son nuestra herramienta para la mejora.

La intensidad puede combinarse con o sin ética, es decir, sin ética podemos llamarla agresividad, y con ética, pasión. La diferencia está en la gestión emocional de cada uno.

Por tanto también invito a entrenadores, deportistas y comentaristas deportivos a que usen la palabra “pasión” en lugar de “agresividad”.




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