…de repente un frenazo seguido de un golpe seco. Un aullido de dolor, miro y un perro atropellado está sobre la acera. Algunas personas se echan las manos a la cabeza, otras se giran, otras se van, otras simplemente miran… Siento la misma inmovilidad pero decido acercarme, actuar desde el desapego y ayudarle, casi no pienso, actúo no sé porqué. No sabía qué podía hacer y, mientras me acercaba, mi cabeza elaboraba millones de opciones. Me acerco, lo toco en la cabeza con la idea de calmarlo y se gira repentinamente y me muerde la mano. Rápidamente alguien me aparta de él y me increpan mi locura… No entiendo nada, quería ayudarle, quería curarle, dar mi “mejor yo” para que cesara su dolor y malestar, ¿por qué me ha mordido?.

…Me costó tiempo entenderlo, no era él quien me mordió sino su herida.

A veces encontrarás quien te grite, ofenda, dañe…,”muerda” cuando intentes ayudarle. Pero no será él quien lo haga sino su dolor y lo que este le provoca y le hacer ser.

Ponte en su lugar, comprende, entiende a “la otra mitad”, cede tu ayuda, está presente, porque ese es su momento de evolución y por eso actúa así. Actúa desde la comprensión, sé “la mejor versión de ti” y todo irá bien.

Yo, aquí y ahora, contigo.

 

 

 

 

 

 




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